Translate

sábado, 8 de junio de 2013

La Voz y el chico del sombrero

Antes de nada, quiero pedirte perdón por tardar tanto en contarte esto. Pasó este lunes, pero como tuve que volver de golpe a la horrible realidad de los exámenes de la univerisad, no había tenido tiempo hasta ahora.

En la última entrada te conté que había sido seleccionada para pasar a la siguiente fase del casting del programa La Voz, que tuvo lugar el viernes pasado en Barcelona. Viví una experiencia un tanto surrealista, por llamarla de alguna manera. Y no me refiero a la prueba.




Entré al hotel en el que me habían citado y, depués de rellenar un formulario con mis datos, me senté a esperar en la sala que habían dispuesto para todos los que nos presentamos. Había verdaderamente mucha gente, y fue bastante intimidante porque, al fin y al cabo, todos ellos eran mis contrincantes desde ese preciso momento. Tendría que competir para que una de las plazas del programa llevase mi nombre y no el suyo, y si Dios quiere y lo consigo, seguiríamos teniendo que enfrentarnos por la victoria dentro del reallity. Cualquiera de ellos podía quedar justo por encima de mí e impedirme entrar, o tal vez fuese yo la que le arrebatase a alguno su oportunidad.

Había gente de todas las edades, desde un par de niñas de unos 12 años hasta un grupo de ancianos que no tendrían menos de setenta. Pero el factor común era que casi todos estaban acompañados, o, al menos, tenían con quien hablar. Algunos con sus familiares, otros con amigos, o simplemente con otro candidato que tuviesen cerca.

Repasé la sala con un vistazo rápido, pero la verdad es que no encontré a nadie con con quien me apeteciese entablar una conversaicón. Estaba increíblemente nerviosa, para qué negarlo. Era casi la primera vez que iba a actuar en público (aunque ese público solo fuesen los dos o tres encargados del casting que esperaban en la habitación del fondo del pasillo). Estaba convencida de que haría algo mal: cantaría desincronizada, se me olvidaría la letra, desafinaría... Así que me senté en un rincón, sola, dejando que el instrumental de una de las canciones que había escogido (bleeding in love, de Leona Lewis) fluyese a través de los cascos de mi iPod y me envolviese. Supongo que, si alguno de mis contrincantes me miró, no debí de ofrecer un aspecto demasiado amenazador: simplemente una chica sola, agazapada en una esquina, con los ojos cerrados y murmurando para sí: and in this word of loneliness I see your face, yet everyone around me thinks that I'm going crazy. Maybe, maybe...


Después de repasar de esa forma (varias veces) todas las canciones que llevaba preparadas, decidí abrir los ojos de nuevo y echar un vistazo. La fila había avanzado un poco, pero la sala seguía estando igual de llena. Durante mi viaje astral al fondo de mi iPod y la melancolía de sus canciones, habían llegado más candidatos. Entonces le vi.


Probablemente sea el chico más guapo que haya tenido delante. Parecía ser uno de esos actores americanos que contemplas durante horas preguntándote por qué no existen especímenes así en la vida real. Pues vaya si existen.

Aunque estaba sentado, se le veía bastante alto. No recuerdo qué atuendo llevaba, excepto por el detalle de su sombrero fedora negro, bajo el cual se atisbaban mechones de su pelo del mismo color cayéndole sobre la frente. No pude ver cómo eran sus ojos porque tenía la cabeza ligeramente inclinada sobre (y esto lo hace todo aún más increíble) el libro que estaba leyendo. Bajo su silla se adivinaba la funda negra de una guitarra.

En resumen, un chico guapísimo, lector, cantante (por algo estaba en aquel casting) y que tocaba la guitarra. Y además, existía de verdad. Nunca he sido especialmente fan de Rihanna, pero estuve a punto de levantarme y cantarle allí mismo Where have you been all my life?

En lugar de eso, opté por la versión más razonable y con menos probabilidades de acabar conmigo en un psiquiátrico. Me acerqué a él (inexplicablemente había una silla vacía a su lado) y le dije:

-Hola, ¿has venido solo?
-Sí, ¿tú?- dijo, siguiendo con la ronda de preguntas con respuesta evidente iniciada por mí.
-Ahá.-respondí, algo distraída por sus ojos. Eran de color marrón oscuro, casi negro, y rodeados de espesas pestañas que ya quisiera cualquier chica. No pude evitar pensar que, en comparación, hasta los ojos de Lucas parecerían normales y corrientes. - ¿Qué lees?

Él alzó su libro para enseñarme la portada. No era ningún rollo hipster profundo, como los diálogos de Platón, El gran Gatsby o El guardián entre el centeno. No. Era ni más ni menos que El nombre del viento, de Patrick Rothfuss.

"Cásate conmigo", pensé.

-Cásate conmigo.- le dije, inmediatamente después de pensarlo.

El chico del sombrero rió. Evidentemente, no sabía si sentirse halagado o asustado.

-¿Te gusta?

-Me encanta.-respondí. Mi bio de twitter pasó fugazmente por mi pensamiento.- ¿Qué te está pareciendo? Ya casi has acabado.-dije, a juzgar por dónde sostenía el libro abierto sobre su rodilla.

-Está genial.-sonrió, y parecía que lo decía en serio, y no solo para contentar a la loca que acababa de pedirle matrimonio y que adoraba el libro.

Eché un vistazo a la fila, que en realidad no era tal. Más bien me fijé en número que ponía en la pegatina del candidato más cercano a la puerta cerrada de una de las dos salas donde se estaba realizando el casting.

-Creo que soy la siguiente.- dije, y todos los nervios que habían quedado sepultados bajo la curiosidad por aquel chico tan magnético emergieron y me golpearon desde arriba como una gigantesca ola de agua fría.

Recuerdo que se oían voces amortiguadas provenientes del fondo del pasillo, al otro lado de las imponentes puertas de madera pulida. En aquel momento audicionaban dos chicas, de eso no había duda, pero dado que sus pruebas tenían lugar a la vez al fondo del pasillo y la sala principal había sido conquistada por el murmullo de mil conversaciones, no se las escuchaba con claridad. Creo que eso contribuyó a calmarme (solo uno poco), porque no pude comprobar si eran demasiado buenas como para que yo no tuviese nada que hacer contra ellas.

-A mí también me toca dentro de poco.-dijo el chico del sombrero.-¿Estás nerviosa?
-Como nunca en mi vida.
-Seguro que lo haces de maravilla.- me tranquilizó, regalándome una deslumbrante sonrisa.
-No sé si te has dado cuenta,-susurré, como si se tratase de algún secreto conspiratorio.- pero en esta sala no solo hay muchísima gente que canta, sino también gente que canta y toca un instrumento. Como la guitarra.-añadí, desviando la mirada hacia la funda que había bajo su silla. Él sonrió de nuevo.- Creo que no puedo competir contra eso.

Por toda respuesta, el chico se volvió hacia su libro. Al principio creí que estaba pasando de mí descaradamente, pero luego me di cuenta de que estaba buscando una página que tenía señalada. 

-Tuan volgen oketh ama.-leyó con dificultad.

"No te metas una cuchara en el ojo por eso". La frase que tengo en mi bio de twitter y en la que pensé cuando me dijo que estaba leyendo El nombre del viento. Juro que lo dijo. No fueron imaginaciones mías. 

Me eché a reír durante tanto rato que, antes de que parase, el asistente que había frente a una de las puertas del fondo del pasillo dijo mi nombre. 

-Suerte.- me deseó el  chico del sombrero cuando me levanté de golpe.
-Suerte.- le dije, mientras corría hacia la otra sala. 

Era una habitación vacía, excepto por una mesa donde había sentados una mujer y dos hombres, todos alrededor de la treintena. Al lado de la mesa había una cámara sobre un trípode apuntando hacia mí.

-Elisa, ¿verdad?-dijo el hombre, recibiéndome con una sonrisa mientras me ojeaba por encima de mi formulario. Ponte ahí.- añadió, señalando una equis roja marcada con cinta adhesiva sobre el suelo de madera. 

Antes de empezar me hicieron un par de preguntas a las que contesté sin demasiada imaginación. Creo que intentaban que me relajase, y me gustaría decirte que los nervios desaparecieron cuando empecé a cantar, pero te mentiría si lo hiciese. 

No podía seguir el ritmo con el pie, porque me temblaban tanto las piernas que corría el riesgo de caerme si me movía. Intenté imaginar que estaba sola en casa, como tantas otras veces, cantando esa canción que siempre le dedicaba a Lucas, como casi todas. El chico no sabía (ni sabrá jamás) que pienso en él siempre que tengo que interpretar una canción de amor, porque su recuerdo me hace dar el paso entre entonar una nota tras otra y sentir realmente la canción. Me ayuda a hacerlas mías.

Cuando terminé con Bleeding in love, me pidieron que interpretase algún otro tema. Supongo que esto es una buena señal, y en realidad no me equivoqué con la letra ni con el tiempo, ni desafiné, pero sinceramente, no creo que me vuelvan a llamar.  Lo asumí cuando el hombre sonriente me despidió amablemente diciendo que tenía "una voz muy bonita y gran capacidad para emocionar". Fue como si se estuviese disculpando por adelantado por no cogerme para la siguiente fase. 

Aunque nunca se sabe. Quizás un minuto más tarde de que oprima el botón "publicar" y te transmita este post, mi teléfono suene con buenas noticias. Pero lo dudo. No obstante, tal y como tú (uno de vosotros cinco ;P) comentaste en una entrada anterior, no puede negarse que la experiencia del casting en sí ya ha merecdo la pena.

Me pregunto si un día de estos, cuando encienda perezosamente la televisión para que me acompañe mientras ceno, me encontraré con el chico del sombrero y su guitarra devolviéndome la mirada desde el otro lado de la pantalla. 

2 comentarios:

  1. Cómo me puede gustar tanto cómo escribes.
    De verdad.

    Por cierto: si ese chico te dijo de verdad "Tuan volguen oketh ama", cásate con él. PERO LA PRÓXIMA VEZ ARRODÍLLATE, ELISA.

    Espero que tengas suerte en el casting. ¡Grábate un día para que te oigamos por aquí! :D

    ResponderEliminar
  2. Gracias :3
    Iba a arrodillarme, pero es que cuando salí ya no le vi y fue como: "¡NOOOOOO! ME HABÍA DICHO TUAN VOLGUEN OKETH AMA!" En fin, tal vez el destino nos vuelva a reunir... Okno.

    A lo mejor algún día me grabe, pero me da vergüenza. Sé que no tiene mucho sentido contando todo lo que cuento, pero... jajajaja

    ResponderEliminar